
Al concurso para el proyecto de la basílica participaron once
arquitectos. Resultó vencedor el joven Baldassarre Longhena.
Su proyecto cumplía totalmente con las exigencias de grandiosidad
y magnificiencia que la Serenísima pretendía: una iglesia
que debía exaltar a la Virgen y a la vez a la República.
La planta redonda (una novedad absoluta) venía a simbolizar
la corona de la Virgen y expresaba la metáfora de la virginidad,
dote que se extendía a la ciudad.
Se posó la primera piedra con la peste aún en plena
actividad y se consagró en 1687.
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Desde el punto de vista escenográfico y urbanístico
la gran iglesia, surgida donde el Canal Grande desemboca en la Cuenca
de San Marcos, hacía la función de controaltar a las
poderosas cúpulas de la basílica de San Marcos, enriqueciendo
y embelleciendo ulteriormente el escenario.
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Templo con planta central, cubierto por una colosal cúpula
caracterizada por imponentes volutas que hacen de contrafuertes.
Externamente la planta octagonal se distingue por el mismo número
de fachadas arquitectónicas, siendo la más grandiosa
la fachada principal, caracterizada por una imponente puerta y enfatizada
con una amplia escalinata.
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Su interior es sobrio y a la vez majestuoso, con robustas
arquerías divididas por columnas compuestas. |
Dominando el rico altar mayor se encuentra un grupo
marmóreo que representa a Venecia de rodillas a pies de la
Virgen que invoca su protección. Siempre en el altar se halla
expuesta una imagen de la Virgen del siglo XIII de la escuela greco-bizantina. |
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