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Venecia en el siglo XVI
Si bien desde el punto de vista político la ciudad estaba
perdiendo su papel central, desde el punto de vista demográfico
estaba en contínua expansión: con sus 175.000 habitantes,
era una de las ciudades más pobladas del mundo.
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Desde el punto de vista cultural era
una de las capitales europeas donde pintores, escultores, arquitectos
y literatos respondían al nombre de Ticiano, Tintoretto,
Veronese, los Bassano, Palladio, Sansovino, Pietro Aretino, Galileo
Galilei.
La vivacidad cultural era posible gracias a una notable libertad
de pensamiento, que hacía que muchos intelectuales extrajeros
perseguidos encontraran en la República Serenísima
una segunda patria. |
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Todo ello antes de la furia de la terrible plaga de la peste. |
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Estalla la peste
En el trienio 1575-1577 la República Serenísima fue
azotada por el flagelo de la peste: favorecida por la altísima
concentración de habitantes, la plaga cundió largamente
e infligió pérdidas gravísimas, una con recrudecimiento
dramático en los meses del verano del segundo año.
Las víctimas fueron casi 50.000, más de un tercio de
sus habitantes.
La enfermedad se difundió principalmente entre las clases pobres,
a causa de una mayor promiscuidad y de un tenor de vida precario. |
Al principio la gravedad del fenómeno se minimizó,
pero cuando la pestilencia azotó la ciudad el gobierno tuvo
que adoptar medidas higiénico-sanitarias muy restrictivas:
creó lazaretos, hizo enterrar a los muertos con la cal, embargó
casas o incluso barrios enteros, disciplinó los contactos con
el exterior, consiguiendo mantener en vida las instituciones. |
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Médicos y “pizzicamorti” (sepultureros)
Durante la pestilencia merodeaban por las calles de Venecia dos figuras
particulares, que tenían que ver con la enfermedad: el médico
y el sepulturero. |

El médico estaba fuertemente expuesto al riesgo de contagio
y tenía que tomar muchas precauciones: estaba cubierto con
un traje negro, probablemente de tela cerada, muy perfumado con bayas
de enebro. Llevaba guantes y una máscara que cubría
la cara y el pelo con una característica nariz aguileña
que contenía antídotos aromáticos. |
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El “pizzicamorti” era en cambio el sepulturero,
también él protegido con una casaca de tela embetunada
y guantes espesos, al cual le correspondía la ingrata tarea
de transportar a los cadáveres de los apestados e incinerarlos. |
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