Los
orígenes
Los Carnavales ahondan sus raíces en más de una tradición,
desde la latina de los Saturnalia a la griega de los cultos dionisiacos,
que marcaban el paso del invierno a la primavera y que contemplaban
el uso de máscaras y de representaciones simbólicas.
Período en que aparentemente se concedía cualquier
cosa, parecía encarnar el mito del mundo al revés.
En realidad los Carnevales eran también una forma de rígido
control de las pulsiones, y el estímulo hacia el exceso constituía
una cortés concesión durante un tiempo fijado. Y en
Venecia, sociedad rígidamente oligárquica, era necesario
dar la ilusión a las clases más humildes que podían
ser similares a los poderosos, si bien con una máscara cubriendo
el rostro: ello era así para desalentar las tensiones sociales
y mantener el consenso.
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El
calendario dilatado
Los Carnevales se prolungaban bastante. Empezaban normalmente el 26
de diciembre para concluir el miércoles de Cenizas, pero a
menudo se concedían licencias carnavalescas para el empleo
de las máscaras ya desde el 1 de octubre, y no era inusual
asistir a fiestas y banquetes también durante la Cuaresma.
Incluso durante la fiesta de la Sensa, que duraba 15 días,
estaba permitido el uso de la máscara y del disfraz.
En pocas palabras, los Carnavales duraban algunos meses, y ello
ha contribuido seguramente a crear la imagen de Venecia como una
ciudad dedicada a la diversión.
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Las fiestas
En la plaza pública la población asistía a las
fiestas oficiales, sobre todo a las del jueves graso o sea las Fuerzas
de Ercules y el Vuelo del Turco (un acróbata que descendía
por una cuerda desde el campanario de San Marcos). Había también
fuegos artificiales y espectáculos improvisados de saltimbancos,
funámbulos, titiriteros, artistas callejeros, de todas formas
actividades todas ellas reglamentadas por el Estado.
Junto a estas fiestas públicas se realizaban también
muchísimas fiestas privadas, en las casas y en los palacios
patricios, donde se organizaban suntuosos bailes y a menudo se practicaba
el juego de azar.
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El
“Ridotto” (Foyer)
En este clima de gozo y deleite no podía faltar el juego
de azar, y el Ridotto de S. Moisé, la pública casa
de juegos que dirige el Estado, se convirtió en uno de los
puntos neurálgicos de los carnavales venecianos.
Entre
1638 (año de apertura) y 1774 (año del cierre) miles
de jugadores en máscara hicieron fluir una riada de ducados
desde sus bolsillos hasta las cajas del estado.
El Ridotto estaba abierta exclusivamente durante los Carnavales
(que de todas formas duraba algunos meses), y los únicos
eximidos del uso de las máscaras eran los croupiers, los
llamados “barnabotti”, nobles venecianos venidos a menos.
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