En su último siglo de vida, la República (que caerá
por mano de los Franceses en 1797) puede parecer concentrada sólo
en los aspectos exteriores y frívolos de la vida, si bien
la realidad era mucho más compleja.
En aquel período los Carnavales, con sus fiestas, sus espectáculos,
sus máscaras, sus teatros, su Casa
de Juegos Pública, comienza a convertirse en una atracción
turística para toda Europa, acogiendo a miles de visitantes
curiosos de ver esa atmósfera tan particular y chispeante.
Venecia se convierte en “El imán de Europa”.
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Carlo
Goldoni
En las comedias de Carlo Goldoni (1707-1793) los Carnavales se citan
tan a menudo que su vena compositiva resulta una preciosa fuente
de documentación.
Las obras mismas se representaban durante la temporada de los Carnavales,
que hallamos citados en algunas de sus comedias más famosas,
como La vedova scaltra , Le massere, Le morbinose,
I rusteghi, Una delle ultime sere di Carnovale.
Goldoni seguramente no es benévolo con el lujo y el vicio
alardeados durante los Carnavales y sugiere, a través de
sus espectáculos, un tipo de diversión sencilla y
parca.
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Casanova
entre mito y realidad
Giacomo Casanova es el personaje que mejor representa el aspecto placentero,
lujurioso y decadente de la Venecia del setecientos.
De personalidad bastante compleja y articulada, mientras vivió
fue considerado brujo, literato, espía, libertino, evasor,
jugador inveterado, falsificador, traidor, seductor, fullero, poeta,
calumniador, ateo, timador, truhán, blasfemo, alquimista.

Protegido por su inseparable máscara frecuentaba las mejores
tertulias, los teatros más de moda, el Ridotto donde despilfarraba
ducados de oro en las mesas de juego, y a veces no desdeñaba
ni siquiera los prostíbulos más sórdidos: por
donde quiera que pasaba dejaba una huella de escándalos, frenesí
y vivacidad.
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